lunes, 3 de mayo de 2010

PROPUESTAS DE MEJORA

Resulta difícil determinar qué hilo es el que hay que mover primero para acabar con la trágica situación que hemos estado observando. Y mucho más cuando no se trata de un tema reciente.

Podríamos empezar por reivindicar un cese de la explotación de los recursos de Haití por y para los beneficios de terceros. O quizá deberíamos concederle una menor importancia a lo material y preocuparnos en primer lugar por las personas que viven bajo esos niveles económicos y sanitarios tan estremecedores. Eso sí, lo que está claro es que no podemos abarcar a todo: no tenemos que mirar qué es lo que hacemos, sino lo que dejamos por hacer. Porque nuestros recursos son, desgraciadamente, limitados y la necesidad de cambio resulta obligatoria. He ahí el problema.

Por eso pensamos que tenemos que dirigir nuestras fuerzas hacia los afectados y que sean ellos quienes modifiquen su situación, pues al fin y al cabo no es nuestra, sino la suya. Y deberíamos pensar en primer lugar qué es lo que ellos consideran necesario, pues aunque para nosotros haya unas prioridades para ellos no tienen por qué ser tan estrictamente necesarias. Pongamos un ejemplo para entendernos mejor. Quizá haya quien opine que, con las minas de oro haitianas, la máxima prioridad sería construir una fábrica para la manufacturación del oro y su posterior exportación, que enriquecería espectacularmente al país. Ahora bien, lo más probable es que el trabajador haitiano le conceda más prioridad a un simple pozo de agua potable que a la utópica fábrica.

Estamos de acuerdo. Obrar de algún modo o de otro puede llevarnos al error fácilmente y debe tratarse de una decisión suficientemente premeditada. Y nosotros, los que nos llamamos países "avanzados" o "desarrollados" deberíamos tener la solución, pues para llegar a nuestra posición (que es la que teóricamente pretendemos extender a todo el mundo) basta con tener nuestra misma historia. Una historia que al fin y al cabo hemos ido escribiendo con el tiempo sin que nadie nos perturbe y obligue a dejar capítulos inacabados, como hemos obligado a Haití y a otros muchos que ahora lo padecen.

En definitiva, el mejor bien que podemos otorgar a cualquier país es la educación. Dotar a todos los habitantes de un juicio crítico es el mejor motor para el cambio y para mantener una situación favorable con el tiempo, evitando posibles recaídas en condiciones perjudiciales para el país.

Crucemos los dedos y a esperar, porque no nos damos cuenta, pero caminamos solidarios (los problemas de cualquier país tarde o temprano terminarán por afectarnos a nosotros también). Y, paradójicamente, es la solidaridad lo que nos falta.

EL TURISMO COMUNITARIO

Se trata de una alternativa viable para la mejora y desarrollo de la situación Haitiana, una vez que se haya suavizado la trágica situación del terremoto. El encanto natural y cultural que caracteriza a este país desconocido para la mayoría de nosotros constituye una fuente de atracción hacia aquellos amantes del turismo.
El turismo comunitario es el intercambio cultural entre el turista y la propia gente de la comunidad, que serán encargados de mostrarle su cultura y su modo de vida.
Pero esta potente herramienta únicamente contribuirá al desarrollo siempre y cuando sea gestionada y llevada a cabo por los habitantes de la propia comunidad y no por empresas extranjeras que aprovechen los beneficios que genera. Tampoco deberá sustituir la actividad desarrollada por cada habitante (pesca, caza, agricultura...), sino que habrá de ejecutarse como un oficio complementario, que proporcionará ingresos adicionales a cada contribuyente.
De esta forma se consigue un beneficio mutuo entre turistas y locales.

Al turista se le ofrece la oportunidad de empaparse en una nueva cultura y modo de vida muy diferente al que pueda experimentar en su país de origen. Es una oportunidad para dejarse embaucar por todo el encanto haitiano, para desconectar del agobio de la ciudad y relajarse ante la paz, la calma y el sosiego de Haití.
Los locales, aparte del incremento de su mayor disposición de ingresos, podrán observar el auge de su economía a través de la creación de empleo, del incremento de la actividad rural y de una mayor difusión y conservación de su cultura y tradiciones.
El turismo rural es la mejor herramienta para potenciar la tolerancia a nivel mundial. Pero, al mismo tiempo, exige un compromiso mutuo. El hospedaje y el trato adecuado para los turistas es fundamental, pero que éstos se encuentren dispuestos a mantener las tradiciones, la cultura y el medio natural de su destino (que en muchos casos constituye la principal fuente de recursos para los que allí residen) es aún más prioritario. Si se violase este último punto, Haití experimentaría un desarrollo económico pero un retroceso en su riqueza cultural y medioambiental. Una riqueza cultural y medioambiental que es en realidad la que puede servir como nutriente para la humanidad. Porque la cultura, a diferencia del capital, nos hace verdaderamente humanos.
[Fuente: "Turismo Comunitario", DVD de la fundación CODESPA]
Marta, Adrián y Álvaro